Economía en colores: La economía amarilla

Economía en colores: La economía amarilla

Economía en colores: La economía amarilla

Según la psicología del color, el amarillo fomenta el pensamiento crítico, la creatividad y la inspiración. Es, además, el color utilizado para representar capacidades humanas como la inteligencia o el conocimiento, por lo que está relacionado con áreas profesionales como la investigación y la innovación. Por todo ello, en los últimos años, al conjunto de actividades productivas centradas en la ciencia y la tecnología se le ha empezado a denominar economía amarilla.

Este modelo económico pone el foco en la tecnificación de los procesos productivos mediante la ciencia y la tecnología y requiere vigilancia para evitar que se generen desequilibrios sociales y desempleo. La economía amarilla utilizada por las ciudades inteligentes o la agricultura de precisión, está enfocado principalmente en innovar para optimizar los recursos y mejorar la productividad. El objetivo principal de la economía amarilla es tecnificar procesos productivos para reducir costos sin afectar el bienestar de los empleados y de la población. Su meta puede considerarse arriesgada porque una economía basada en la utilización de alta tecnología puede provocar desempleo. La finalidad de esta economía es optimizar la competitividad de las empresas mejorando la capacidad de invención de nuevos productos que redunden de forma positiva en la sociedad, y no en la utilización de tecnología para abaratar costos.

Cuando hablamos de optimizar la industria nos referimos a hacer más con menos recursos, es decir, a reducir los costos al mismo tiempo que se aumenta la producción de bienes o servicios, mejorando la competitividad de las empresas. Y la tecnología es la gran aliada para lograrlo ya que permite incorporar nuevas técnicas y maquinaria capaces de disminuir los tiempos de espera, aportar mayor precisión en los procesos, reducir los fallos o errores y ofrecer más seguridad, entre otras características.

La economía amarilla es sinónimo de innovación y competitividad al servicio de la industria. Sin embargo, un uso excesivo o inadecuado de este modelo productivo podría poner en riesgo el empleo en los sectores donde se desarrolla si únicamente se apuesta por la utilización de la tecnología como alternativa a la mano de obra. Para evitar que las máquinas, ordenadores o aplicaciones desplacen a los trabajadores, la economía amarilla debe cumplir con ciertas prácticas responsables que no solo se centren en automatizar los procesos y reducir los costos, sino que, además, tengan en cuenta el bienestar de la sociedad y sean capaces de aportar valor añadido con la invención de nuevos productos o servicios.